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DOLORES PEVIDA
Invitado

¿CÓMO VAMOS?
Hoy sábado 11 de abril de 2020. Podría ser un sábado cualquiera, pero no es así. Es un sábado de confinamiento por el Covid 19, con una cierta carga en nuestra mochila. Llevamos una semana de cierto “descanso vacacional” que nos ha permitido pensar, vivir en primera persona esta situación, en casa, como madre, en familia.
Estamos a un paso de afrontar un tercer trimestre de curso, que es el último y me siento con mucha inquietud, con cierta inestabilidad y con una voz profunda que grita desde dentro. ¡Cuántas cosas hemos leído y oído estos días! ¡Cuánta preocupación educativa al final del curso! Si todos sabemos que lo importante es el proceso. El proceso es diacrónico y sin embargo ahora nos preocupa la sincronía. No, por favor. Tenemos que añadir una dosis de cordura a nuestros planteamientos educativos. Durante este confinamiento, en muchas ocasiones pensé que este era buen momento para “dai una patada al calderu” y volver a empezar. Repensar qué es lo esencial en la educación. Este parón social y económico, a nivel mundial ¿nos servirá para hacer un alto, para tirar del freno de emergencia en educación? Sería un aprendizaje con repercusiones en la futura sociedad, en la de nuestros hijos e hijas.
Leyendo el documento de propuestas del Consejo Escolar del Estado relativas a las actuaciones en educación que convendría adoptar, me queda claro cuál es el lugar que ocupa el alumnado, si nuestras propuestas van dirigidas a conseguir el “mejor aprovechamiento educativo”. Desde mi humilde posición en el engranaje de la educación de este país nos hace falta un poco de sentido común y de cordura. Para entender que la educación va mucho más allá de la planificación de la enseñanza online, de la acumulación de contenidos, de los resultados, de la tercera evaluación. Es importante que nos demos cuenta de la necesidad de la socialización, de la compensación de desigualdades, de las interacciones como lugares en los que se produce el aprendizaje. Y además, por favor, evaluación no es sinónimo de examen, ni de calificación. Tenemos que hablar desde otro ángulo, dese otra mirada en la planificación educativa. Por eso, cuando estos días leía a Jose Blas García, sobre los 10 agujeros negros (os recomiendo su blog Transformando la escuela) me echaba las manos a la cabeza pensando en el ímpetu de “tecnologización” que se desencadenó en este confinamiento. Porque, como él dice, sin pedagogía ¿qué hacemos? La tecnología ni enseña ni educa.
Estamos en una situación absolutamente excepcional, no solo en la escuela sino en la vida. En esta excepcionalidad vivimos según va llegando la vida y esto nos sucede a todos sin excepción. ¿Nos vamos a empeñar en seguir haciendo tareas como las hacíamos antes, en situaciones “normales”? Es una situación de excepcionalidad tan grande que nos exige pensar, pensar en comunidad para proponer acciones excepcionales.
Estamos muy preocupados por la evaluación final. A fecha de 15 de marzo habíamos recorrido los dos tercios del trayecto del curso. Me pregunto si no hemos acumulado en ese tiempo experiencias de aprendizaje, evidencias educativas, indicadores competenciales y de logro suficientes para determinar aspectos de evaluación de “alta profesionalidad”. Aludo a este término entrecomillado y lo hago a propósito, porque en ocasiones he tenido la poca fortuna de escuchar defender la necesidad de apoyar nuestra evaluación en “datos objetivos”. Y se me ponen los pelos de punta si lo que necesitamos es ver y valorar lo que nuestro alumnado “aprende” en este último trimestre, en esta situación de excepcionalidad tan rotunda. ¿Le hemos preguntado algo al alumnado? ¿Quizás deberíamos estar pensando en nuestro futuro, en las exigencias del curriculum, en una reorganización del mismo? Como profesionales debemos ir un poco más allá y analizar lo esencial frente a lo accesorio. Siempre decimos que los curricula son extensos, pues quizás sea el momento de ponerse a ello. Ahora que estamos en casa, nos arreglamos con lo que tenemos y nos damos cuenta de cuántas cosas nos rodean que son absolutamente innecesarias. Como al curriculum.
Reflexiones de un sábado de confinamiento.
Dolores Pevida Llamazares (Presidenta FEAEA – Asturias)