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¿De qué Europa hablamos, de qué educación hablamos?
Agustín Chozas M., FEAE de CLM
No creo que sea fácil analizar un fenómeno tan complejo como la pandemia actual, y más, cuando se está en pleno desarrollo de la misma. Ni las causas de este hecho, ni las posibles repercusiones pueden en estos días ser analizadas con justeza.
No obstante, intentaré aportar alguna perspectiva que me parece imprescindible como es el contexto que cada organización social y política, naciones y continentes tienen. En el caso concreto de España, si se elude la situación estructural de la UE, es posible que una evaluación de la crisis en la situación actual y futura de la educación sea gravemente deficiente. Disimular, porque no sea políticamente correcto, que la Unión europea no ha superado su situación de patio de mercaderes, gobernado por poderosos enriquecidos a base de pasados coloniales (cínico eufemismo para ocultar el desprecio a los derecho humanos ), que el resultante de la unidad (en sus orígenes los intereses oligárquicos del carbón y el acero) ha sido la implantación del euro con el enriquecimiento desbocado de los Países Bajos y Alemania, entre otros, o la incapacidad para resolver la crisis del euro con un menor coste para los europeos del sur, o la negativa a abordar cooperativamente la crisis migratoria ,porque los poderosos quieren conservar sus estatus ( a veces cercano a los comportamientos mafiosos).
Tampoco está de más citar el papel desempeñado por la ética protestante, luterana y calvinista a la hora de bendecir atropellos y explotación por parte de los dueños del mercado. Y pareciera que no me estoy refiriendo a la educación y su estado de enfermedad sistemática. Trataré de explicarlo.
Algunas preguntas a título de muestra: ¿A qué intereses sirve un currículo para la enseñanza obligatoria acumulativo, enciclopédico y al servicio de sus “redactores? ¿Por qué los saberes básicos siguen siendo los mismos saberes básicos de hace más de cuarenta años, si cambia “la base” cada día? ¿Nada ha cambiado? ¿Sentirán los pueblos del norte europeo, moralmente exquisitos, la necesidad de renunciar de una vez a la retórica de la solidaridad?
Los padres fundadores pensaron en una Europa tan equitativa como compensadora, en la que la educación, entre otros valores, fuera el puntal de la práctica de los derechos humanos y no una apelación para ocultar la realidad de la explotación con formas más sutiles que en épocas pasadas.
Esta Europa descrita (responsabilidad del que suscribe) conculca a diario los valores compartidos por la civilización occidental, exige una sumisión constante a los intereses de una oligarquía, cuyo papel histórico tiene demasiadas sombras (fascismo, xenofobia, estúpida superioridad) y demasiados beneficios acumulados como los planes de salvación posbélicos o el perdón total de la deuda, por citar algunos sobresalientes.
Estas reflexiones, se alejan ciertamente del día a día de la pandemia, de la reorganización de sus desastres, de las condiciones del regreso a las aulas, de la evaluación, del problema de los contenidos, factores todos de mucha importancia, seguramente. Con todo, valorar el contexto en que nuestras escuelas habrán de verse en el futuro inmediato no debiera ser una cuestión menor. Bastaría con observar la conducta en estos mismos días de países como Finlandia, Austria, Alemania y Austria por citar los más significados. Esta Europa es la suya, estos valores de mercado son los suyos, este desprecio a los demás es el suyo. También siento repugnancia.
Los europeos que defendemos la educación como un bien común entendemos que previamente deba existir una comunidad y esta Europa de hoy es penosamente una confluencia de intereses bastardos en los que dominan los que la promovieron para domesticarla. Y esto puede parecer un alegato, lo aconsejable es ir a los datos. Ahí están y hasta la crisis está ayudando a que se conozcan, por lo menos, algunos. El concepto de educación, el conjunto de valores ciudadanos se ponen sin pudor al servicio obsceno de los países beneficiarios.
Cuando progresivamente se vayan superando los daños inmediatos de la pandemia, la Europa del sur bien podría preguntarse su papel en esta Europa dominada, que no sólo causa el dolor de una economía explotadora, sino que también daña valores morales de ciudadanía.